Desde que Woody Allen escribiera aquello de “Cómo acabar de una vez por todas con la cultura” pocas veces se había visto tanta unanimidad en la definición de lo que está pasando. En septiembre ha entrado en vigor la subida del IVA del Gobierno de Rajoy en distintos ámbitos y, en el caso de las actividades culturales, el Impuesto sobre el Valor Añadido ha pasado del 8% al 21%. Un repunte de 13 puntos que tiene desconcertado al mundo del teatro, el cine o la música porque se desconocen los efectos inmediatos, si bien parece una estocada a los creadores y al bolsillo del ciudadano. Para muestra, un botón: escuchamos a Julia Gómez, directora general de la multinacional Stage Entertainment, que ofrece grandes musicales en toda España, y a Mélanie Pindado, responsable de la Sala Triángulo de Madrid. Superproducciones y propuestas más modestas coinciden en su análisis.
Desde las instituciones culturales españolas, donde se aprecian los efectos del recorte de fondos públicos, ahora están expectantes por la importante subida de impuestos que gravan las entradas a sus espectáculos. Datos: en el caso del teatro y otras artes escénicas, con precios medios de entre 15 y 25 euros, el incremento será de hasta cinco euros. En la gran pantalla, atención: sólo entre 2010 y 2011 se ha ingresado un 3,5% menos, es decir, se ha pasado de los 661 a los 638 millones de euros. Al entrar en el Museo del Prado no se paga IVA, pero los recortes les han llegado por otra vía: los presupuestos. Y para los coleccionistas, la adquisición de obras de arte también salta del 8% al 21%. El bolsillo se resiente sí o sí y en las calles de la región la impresión es clamorosa.
Con el sector cultural en pie de guerra, Moncho Alpuente, escritor polifacético y colaborador de la Cadena SER, siente como si los dirigentes fueran “extraterrestres” y cree que, frente a la desesperación, existen muchos movimientos críticos.
Según los menos optimistas, acaso más realistas, la subida del IVA del 8% al 21% acarreará una fuerte caída en el número de espectadores, el cierre de cines y la pérdida de miles de empleos, además de mermar la capacidad crítica y el entretenimiento en estos tiempos difíciles. De ahí que se haya producido una agitación cultural masiva.
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