Salir a preguntar al pueblo madrileño por la salida de Esperanza Aguirre de la Presidencia de la región y de la vida política, es saber de ante mano que no nos vamos a encontrar con medias tintas.
De pende de con quién topes, escucharás con férreos argumentos a favor de una lideresa de férreas convicciones políticas y liberal hasta la médula con la que, dirán, la Comunidad de Madrid no ha hecho más que prosperar. Pero también te encontrarás con verdaderos renegadores de su política privatizadora de tendencias publicistas con la que, dirán, la Comunidad de Madrid ha quedado estancada.
Pero no nos engañemos. Cada uno defenderá la política de Aguirre según su propia ideología. Lo que pasaba con Aguirre era que cada vez que abría la boca para opinar era fácil, demasiado fácil, amarla u odiarla de una manera visceralmente humana.
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