Su verdadero nombre era Ana María Cecilia Sofía Kalogeropoúlou y nació en Nueva York en 1923, de padres griegos emigrantes que al separarse pusieron mar de por medio. En el Conservatorio Nacional de Atenas arrancó su formación, donde tuvo que falsear la edad ya que aún no tenía los 16 años obligatorios, pero su voz de soprano le abrió las puertas porque era tan atractiva como personal, siempre marcada por su fuerte carácter. Sus pianos eran bellísimos, con un gran dominio de la técnica, pero eso se la calificó de “soprano absoluta”. Sin embargo, su voz se deterioró justo en la mitad de su carrera debido a una rápida pérdida de peso y sus problemas personales.
Su primer esposo, 30 años mayor que ella, fue vital en los inicios de su trayectoria. Continuó estudiando canto, les llegaron sus primeros papeles y estrenos en el Teatro Colón de Buenos Aires protagonizando “Turandot”, “Aída” y “Norma”. Pero fue en Venecia, gracias a un suplencia en el papel de Elvira en ”I puritani”, en 1949, se convirtió en la voz de Italia. Aquí se precipitó en una vogárine de éxito, entrevistas, óperas, giras, estrenos… llegaron “Rigoletto”, “La traviata”, “Bohemia”, “Madame Butterfly”, “Tosca”… y tantas puestas en escena y grabaciones que hoy son una reliquia. Hasta que en 1958 comenzaron sus primeros problemas de voz. Sin embargo, ese año, junto a Alfredo Kraus, protagonizó la mejor Violeta en “La Traviata” de Verdi según los entendidos.
Al año siguiente, María Callas dejó a su marido por el magnate griego Aristóteles Onassis llenando las portadas de la prensa rosa de la época. Lo dejó todo por él, incluidos los escenarios y cuando quiso regresar, en los primeros años 60, su voz había perdido fuerza. A pesar de su incondicional audiencia que siempre la veneró, su última actuación fue en la ópera de París, a cuyo quedó inconsciente tras caer el telón.
Por aquel entonces ella renunció a su ciudadanía estadounidense para poder casarse con Onassis pero, mientras ella esperaba el compromiso del naviero, éste nunca la complació y aquí empezó una verdadera “tragedia griega” hasta que él la abandonó para casarse con Jacqueline Kennedy, la viuda del presidente de los Estados Unidos. Un mazazo del que nunca se repuso y que nunca le perdonó, incluso cuando la buscó tras el fracaso de aquel matrimonio.
En 1970 quiso suicidarse con una sobredosis de los barbitúricos que tomaba para dormir. Aunque su muerte llegó 7 años después en su residencia de París debido a una supuesta crisis cardiaca teñida con tintes suicidas.
Una diva divina que alcanzó el cielo de los inmortales por su talento dramático, su espléndida técnica vocal y su peculiar hermosura. De la que nos quedan sus inolvidables grabaciones, muchas asociadas a nuestros recuerdos e incluso escenas cinematográficas como “Casta diva” de Bellini, extraída de “Los puentes de Madison”. Una grabación realizada con el coro y orquesta de la Scala de Milán bajo la dirección de Tullio Serafín en 1961.
Aunque nos vamos a quedar con una de sus bellezas. Este “O mio babbinno caro”. Una nana de Puccini, no para dormirnos sino para acunarnos con una voz irrepetible, la de María Callas.
Comentarios
Miguel dice:
En verdad este "O mio babbino caro" no es una nana. Lauretta le pide a su papaíto que le de permiso para ir a comprar el anillo de compromiso para casarse con su novio. La ópera Gianni Schicchi, de donde proviene el aria, es una ópera cómica, y ésta la única aria importante de soprano, y la melodía surge entre las risas de lo que está aconteciendo (la muerte de un tío de una familia avara y la lectura del testamento). Gianni, el papá de Lauretta se hace pasar por el muerto ante un notario y escribano y así dejar asegurado el futuro de su hija y novio......
viernes, 17 de julio de 2015 a las 01:52