A Vicente Carducho se le encomendó pintar dicha serie cuando formaba parte del elenco de italianos contratados por Felipe II para decorar el monasterio de El Escorial y, con el tiempo, se convertiría en uno de los principales tratadistas del arte pictórico junto con otros barrocos, como Francisco Pacheco o fray Lorenzo de San Nicolás.
Las pinturas de Carducho fueron pintados entre 1626 y 1632 por el artista florentino. Lienzos que representan escenas sacras de la orden cartuja, una comunidad sumida en el silencio y la oración desde sus albores medievales. De aquí partieron en 1834, con la desamortización de Mendizábal, hacia el palacio de la Trinidad en Madrid; aunque después la colección se disgregó por Córdoba, Tortosa o A Coruña. Sin embargo, gracias a la tenacidad de restauradores, museos, religiosos y políticos, 52 de los 56 cuadros han llegado hasta nuestros días ya que 4 se perdieron.
Ahora, tras años de restauración en El Prado, estas obras regresan al silencio de un claustro del que nunca debieron salir. Una muestra que bien merece una visita a Rascafría.
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