En esta ocasión nuestro profesor de Lengua, Alfredo Tarazaga, nos descubre que algunas figuras tienen nombres “rimbombantes” pero que tienen sinónimos o términos similares mucho más conocidos. Es el caso de la “hipérbole”, que podrías asimilar a la “exageración”, como cuando Quevedo llamaba a Góngora “hombre a una nariz pegado”, pero también cuando decimos que alguien es “más lento que una tortuga”.
En el lado opuesto está el “lítote”, una afirmación que viene a atenuar la verdad, como cuando decimos que “no estuvo mal la película”. Es decir, que no mentimos, porque la obra no estuvo mal, pero atenuamos la verdad, que es que la película tampoco estuvo bien.
Además hablamos de la “prosopopeya” o “personificación”, cuando atribuimos sentimientos humanos a algo que no los tiene, como si decimos que “los árboles se inclinaban a su paso” (la cualidad de inclinarse no es propia de los vegetales) o que “el microondas lloraba su ausencia” (ninguna máquina, que se sepa, puede llorar).
Por último explicamos el “calambur”, que no es una fruta exótica, sino una figura que supone un cierto “juego” con las palabras, buscando dobles significados, como cuando el genial Francisco de Quevedo, en anécdota que se le atribuye, llamo “coja” a la cara de la reina al darle un ramo de flores y exclamar “escoja (es coja) su majestad entre las flores y las rosas”.
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