Maite López lleva más de veinte años dando clases particulares de inglés y dedicando su tiempo a ayudar a los demás. Una meta que se propuso de niña, cuando una enfermedad grave la obligó a pasar por diferentes hospitales alemanes. Desde entonces se formó en técnicas naturales de relajación y psicoterapia a través del sonido de cuencos tibetanos, con las que ha colaboración en varias asociaciones y en el hospital La Paz, donde ha trabajó en las unidades de oncología infantil y trasplantes de órganos.
Una experiencia personal que se plasma en su primera novela, “Todos los gatos negros por fin son buenos”, cuyos personajes están inspirados todos los niños que ha conocido y en sus mascotas: los gatos Ricky, Fernmín y Luna, y su caniche Perla; así como en su abuela.
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