Todo comenzó con la detección en algunos países de Europa de carne de caballo en hamburguesas que sólo debían llevar carne de vacuno; este hecho ha acabado llegando a España y en los últimos días las detecciones se han extendido en productos como lasañas, albóndigas o empanadas, con marcas que han llegado a retirar sus productos. En principio no hay riesgo para la salud, pero el consumidor tiene derecho a ser informado de todos los componentes del alimento en cuestión.
Felipe Vilas, subdirector de Sanidad Ambiental y Epidemiológica de la Dirección General de Ordenación e Inspección de la Comunidad de Madrid, asegura que la presencia de carne de caballo en alimentos procesados no se analizaba hasta ahora en nuestro país porque “en España no hay tradición de consumirla”, aunque los productores de carne de potro o cecina seguramente opinen lo contrario. Poniendo por delante la necesidad de informar al consumidor, Vilas diferencia entre dos tipos de detecciones: las trazas, “cantidades prácticamente insignificantes” y con importancia “relativa”, y los añadidos “intencionados” de carne de caballo para abaratar costes. Éste último caso sí supondría un “fraude” y sería “sancionable”.
Este alto cargo regional asegura que el primer responsable de las condiciones de la carne es el dueño del matadero, apoyado por los veterinarios que vigilan las condiciones de los animales. Asimismo añade que existe “un complejo sistema de control“ europeo que engloba tanto a los mataderos como a la industria cárnica que recibe los despieces. En el caso de la Comunidad de Madrid en 2012 hubo 11.000 controles aleatorios y 1.500 análisis de productos. Felipe Vilas sostiene que no hay “irregularidades graves” en la región: fueron 65 los expedientes abiertos con 1,5 millones de euros en multas, “normalmente” por etiquetado y deficiencias en la higiene de la manipulación.
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