Los domingos, en la Plaza Mayor, exactamente en la esquina con Felipe III, Antonio Pulido y otros "locos" del coleccionismo forman un corro e intercambian chapas: las que les dan o las que han encontrado en su último viaje; en una calle de La Haya, bajo la noria del Prater vienés, en los márgenes del Danubio en Budapest, en la ciudad-balneario de Karlovy Vary, en la Plaza del Ayuntamiento de Bruselas o en algún bazar de Tetuán.
Los amigos y familiares de Antonio también han contribuido en gran manera a que su colección haya crecido hasta alcanzar la mareante cifra de 26.000 chapas y todas diferentes; pero está convencido "de que a no tardar mucho" ésta cantidad será superada.
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