Con más de doscientos años de historia, la festividad de San Blas vuelve a llenar de jolgorio y tradición la zona norte de Madrid. Cuenta la leyenda que todo viene de la época de la ocupación francesa, cuando Miraflores de la Sierra sufrió saqueos y los vecinos decidieron precipitar la huida de los invasores: conocedores del miedo de los franceses hacia los toros, se equiparon con cencerros colgados de sus vestimentas y crearon un ruido estruendoso que simulaba una manada de ganado bravo en estampida. Así, los franceses salieron precipitadamente del lugar y el botín fue recuperado en Miraflores.
Ahora, cada 3 de febrero los ciudadanos ataviados con los trajes típicos del municipio parten hacia San Blas a primera hora. Una jornada que funde la romería con las competiciones deportivas, juegos, costumbres, misa, suelta de vaquillas en la Plaza de Toros, música de tambores y dulzainas en la Plaza del rollo y simulación de la muerte de las vaquillas cuya sangre es la limonada que toman todos los asistentes. Desde 2003, la inauguración del monumento a los Perreros, la fiesta acaba con una chocolatada junto a la estatua. Una cita muy especial para conmemorar el ingenio, la osadía y las tradiciones de Miraflores de la Sierra.
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