Short era una joven aspirante a actriz que había llegado a Hollywood, como tantas otras muchachas, dejando atrás una vida llena de sinsabores y con el sueño de triunfar en la meca del cine; sin embargo, acabó sumergiéndose en un submundo de prostitución y drogas como si se tratara del argumento de una cinta noir. A finales de los años cuarenta los EEUU no eran ni mucho menos un lugar seguro, como clamaban los propagandistas oficiales del Gobierno.
Pronto comenzó una agotadora investigación policial, pero las informaciones que fueron recogiendo de los allegados a la víctima y los supuestos testigos condujeron a los agentes a un callejón sin salida. Uno de los sospechosos, el comerciante de 25 años Robert “Red” Manley, fue finalmente absuelto y muchas fueron las personas, ávidas de dudosa notoriedad, que afirmaron haber sido las instigadoras del crimen, cuando no la mano ejecutora. Todos eran falsos testimonios. Hubo varios sospechosos más, y algunos autores, ante la precisión quirúrgica de las heridas que mostraba el cadáver, apuntaron a un cirujano, como en su día sucediera con Jack el Destripador. Y al igual que en el caso del célebre asesino que aterrorizó Londres a finales del siglo XIX, nadie dio con el culpable del crimen de la Dalia, que acabó convirtiéndose en estrella, como deseaba, pero tristemente tras su muerte.
¿Por qué fue bautizada así por la prensa? ¿A qué personas interrogó el Departamento de Policía de Los Angeles? ¿Qué tiene que ver el célebre director y actor Orson Welles con aquel suceso…? El misterio sigue vivo casi siete décadas después, y hoy nos ocupamos de ello en nuestra sección de misterios de la historia, con el redactor jefe de la revista Enigmas, Óscar Herradón.
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