Uno de los episodios más desconocidos del nazismo es la expedición que las SS realizó al Tíbet en busca de los ancestros de la raza aria en 1938, pocos meses antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial. Financiada en parte por Heinrich Himmler y la Sociedad Herencia Ancestral Alemana, la Ahnenerbe, el instituto de investigación encargado de corroborar teorías heterodoxas que fortalecieran el ideario del régimen, fue comandada por Ernst Schäfer, un oficial de la Orden Negra, destacado explorador y naturalista alemán.
Le acompañaba también el antropólogo Bruno Beger, encargado de hacer siniestras mediciones craneales –siguiendo los postulados raciales del Reich y los métodos de la RuSHA, la Oficina de Raza y Reasentamiento– a los habitantes de los pueblos por los que pasaron, un personaje que ya en plena guerra acabaría realizando terribles labores en los campos de concentración con prisioneros de guerra, experimentos a los que contribuirían los médicos de la muerte en nómica de las SS. Asimismo, el geógrafo Karl Wienert fue el encargado de realizar estudios sobre el terreno y de comprobar la delirante teoría de la Cosmogonía Glacial de Hans Hörbiger, que había cautivado al propio Hitler y por supuesto al Reichsführer-SS.
La expedición nazi viajó por enclaves como Sikkim, en el Himalaya, y consiguió penetrar en Lhasa, la ciudad prohibida del Tíbet, teniendo que hacer frente a un sinfín de contratiempos y al acecho continuo de los oficiales ingleses al servicio del Foreign Office en una zona controlada por la extensa red del Imperio Británico. Allí serían insólitos testigos de ritos ancestrales, como los llamados “funerales celestes”, donde los cuerpos de los difuntos son arrojados a los buitres sagrados, una suerte de comunión con “lo celestial” según las creencias budistas.
Sin embargo, el estallido de la guerra obligaría a la expedición a regresar precipitadamente a Berlín, al encontrarse en territorio hostil a los alemanes. Con ellos traerían impresionantes filmaciones –hoy un testimonio único de aquel insólito viaje– e incluso semillas que servirían para plantar en el nuevo “Reich de los Mil Años” que Himmler y sus seguidores soñaban con alcanzar y que, por suerte, sería fagocitado por la victoria aliada, eso sí, dejando tras de sí millones de muertos en la contienda más atroz que sufrió el ser humano y que finalizaba hace casi 70 años.
Esta semana en nuestra sección de misterio con el redactor jefe de la revista Enigmas, Óscar Herradón, hablamos de esta epopeya a tierras asiáticas comandada por los esbirros de la esvástica, una historia cargada de claroscuros sobre los que intentaremos arrojar algo de luz.
Comentarios