Una vez que la Ahnenerbe se puso en funcionamiento, se realizaron investigaciones y excavaciones en Alemania y Austria, pero también se financiaron expediciones a recónditos lugares como el Tíbet, Tiahuanaco en Bolivia o Bagdad. En medio de la cosmovisión heroica de una raza aria ancestral cuyo origen podía hallarse en las helados cordilleras del Himalaya, o en la legendaria Thule, o quizá en la isla de Helgoland en el Mar del Norte –como creía Himmler–, el mito platónico de la Atlántida como continente perdido, cuna de una raza primigenia con una sabiduría y avances sorprendentes, también fue objeto de estudio de los nazis, concretamente del propio Wirth, director de la Sociedad para el estudio del “pasado mítico”, que lo que haría en realidad sería reescribir al gusto del ideario nacionalsocialista la ciencia, la arqueología y la historia alemanas sin contemplaciones, llegando, en los años álgidos de la guerra, ya en pleno holocausto, a estar relacionada con algunas de las mayores atrocidades en los campos de concentración en el marco de los estudios sobre la raza que obsesionaban a médicos como Josef Mengele o Sigmund Rascher.
En el siglo XIX los continentes perdidos que habían sucumbido según diversas tradiciones a una gran catástrofe –quizá el Diluvio Universal del que hablan las Escrituras–, tierras legendarias como Mu o la Atlántida, llamaron poderosamente la atención de estudiosos como el historiador sueco Olof Rudbeck, que emplazaba la Atlántida en Escandinavia, donde habría florecido la cultura más antigua de la humanidad –algo que sostuvieron más tarde muchos ideólogos nazis, al relacionar a los arios con los nórdicos–, o místicos como Madame Blavatsky, la visionaria rusa cuyo ideario racial influiría en grupos semisecretos que serían la semilla del Partido Nazi.
La Atlántida unida a la glorificación de los arios era algo que obsesionaba a muchos alemanes del Tercer Reich. Ese interés cobró una renovada fuerza con los heterodoxos estudios de algunos departamentos de la Ahnenerbe, que se entregaron a la ardua tarea de dar con el continente desaparecido cuyos vestigios incluso hoy día siguen dando que hablar entre la comunidad arqueológica.
La búsqueda del pasado atlante –y para ellos ario– se convirtió en primordial y Wirth emprendió increíbles viajes para demostrar sus enrevesadas teorías. Los nazis creyeron hallar vestigios del continente perdido en las islas Canarias –a donde acudieron diversos estudiosos de la Orden Negra y oficiales de las SS–, las Islas de Cabo Verde, o incluso las costas de Islandia. Una búsqueda infructuosa que finalmente acabaría con el prestigio de Wirth, obligado a renunciar a su cargo en las instituciones nazis a partir de 1939. Esta semana vamos tras sus pasos y los del continente perdido en nuestra sección de misterio, con el redactor jefe de la Revista Enigmas, Óscar Herradón.
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