“Cosas que los nietos deberían saber”, de Mark Oliver Everett
Este no es un libro de ficción, aunque resulta difícil creer que todas las cosas que en él se cuentan le hayan ocurrido a una sola persona, pero así es. Mark Oliver Everett, líder de la banda de rock “Eels”, nos cuenta la historia su vida desde su infancia, vivida a la sombra de su padre, el físico cuántico Hugh Everett, que falleció súbitamente cuando él apenas era un adolescente. A ésta le siguen nuevas desgracias que empujan a Mark a refugiarse en la música y a intentar abrirse camino en Los Ángeles. No os equivoquéis: esto no es el cuento de hadas de un patito feo que consigue triunfar, sino la historia de un superviviente que, a pesar de su trágica historia familiar, no pierde el sentido del humor para contarnos los momentos luminosos que ha tenido el privilegio de vivir entremedias. Una preciosa autobiografía musical que merece la pena leer.
“Cicatriz”, de Sara Mesa
Navegando por un foro literario, Sonia conoce un hombre, Knut, que la fascina con su personalidad arrolladora. Aunque les separan más de 700 kilómetros, inician una relación a distancia en la que él la cubre de regalos, primero libros, luego objetos caros, joyas, lencería, que Kurt roba en grandes superficies comerciales, como una manera de desafiar al sistema. Perfeccionista hasta el extremo, dominante, obsesivo, pronto la relación se vuelve asfixiante para Sonia, que sin embargo se dejará arrastrar a una doble vida que la marcará durante años. Con un estilo preciso y afilado, Sara Mesa explora la vertiente más enfermiza del amor y nos conduce a sus límites más extremos.
“La muerte juega a los dados”, de Clara Obligado
Esta es una novela construida a base de cuentos, o un conjunto de relatos unidos por un mismo hilo conductor: el misterio del asesinato de Héctor Lejárrega, un hombre rico de la alta sociedad bonaerense, que aparece muerto de un disparo en su mansión tras una velada en la ópera. La órbita de sospechosos crece a medida que se desvelan los oscuros negocios de la víctima y su falta de escrúpulos. Cualquiera puede ser el asesino, incluso su esposa trofeo, la bella Leonora: la enigmática ama de llaves, Madame Tanis, los herederos o alguno de los maridos despechados que vieron a sus esposas caer en brazos del muerto. A través de una bella prosa, Clara Obligado nos hace viajar hacia adelante y atrás en el tiempo, descubriendo junto a los Lejárraga la belleza de los antiguos cruceros, la Europa de entreguerras, los burdeles más sórdidos de México o los horrores del nazismo.
Esas son las tres recomendaciones que nos hace esta semana Eva Díaz Riobello. Como microrrelato semanal hemos elegido “El gerundio del olvido no me gusta”, de Raúl Vacas, y lo lee la microloca Isabel Wagemann.
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