Sabina, cómo hemos cambiado

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Sabina, cómo hemos cambiado

Bombín, media barba y, a ser posible, cigarro. Son los tres elementos que definen la figura de uno de los grandes cantautores, más autor que cantante. Joaquín Sabina regresa ahora con un delicioso e íntimo directo, “500 noches para una crisis”, en el que repasa sus éxitos. Y eso hacemos nosotros ahora.

 “40 Orsett Terrace” era una de sus primeras canciones, herederas de unos poemas que publicó durante su estancia en Londres y que luego editó como disco en España con el nombre “Inventario” en 1978. Dos años más tarde aumentó su fama nacional con “Malas compañías”, disco con grandes clásicos como “Calle Melancolía” y “Pongamos que hablo de Madrid”.

Sabina siguió actuando en pequeños locales, pero también en grandes mítines políticos y en televisión. Aunque no esté en su discografía, no nos resistimos a poner este “Con las manos en la masa”, sintonía del primer programa de cocina de éxito en España, a dúo con una de las intérpretes de Vainica Doble.

En el 85 llegó “Juez y parte”, con el grupo Viceversa, con el que también grabó un directo que le llevó a la cima del éxito nacional. “Princesa” era otro de los grandes cortes de esta época.

La verdad es que han sido los temas más lentos, con versos más pausados, los más impactantes de Sabina. Pero también sabe manejar temas duros, acelerados, como hacía en el 87 con “Pacto entre caballeros” o en el 90 con “El muro de Berlín”, con guitarras y sintetizadores a granel en línea con las producciones más habituales en el pop-rock de la época.

Sabina nunca ha querido abandonar esa vertiente rockera, y en el 92, con “Física y química”, uno de sus discos más perfectos, lo demostraba con “La del pirata cojo”. Aquel disco tenía una de las joyas de la corona, la ranchera casi perfecta de nostalgia amorosa en un bar, “Y nos dieron las diez”.

A lo largo de los años 90 Sabina siguió dando el callo, aunque musicalmente quedó ligeramente estancado, sin que sea esto un punto negativo, claro. Pero a pesar de no tener que demostrar nada, en 1999 rizaba el rizo con una obra maestra como “19 días y 500 noches”. Un disco ya con la voz tocada en el que destacan letras como las de “Una canción para la Magdalena”.

Poco después de la gira de este disco, y tal y como hacía presagiar su voz, el cuerpo de Sabina dijo “basta”. Un infarto cerebral no muy grave le llevó a una depresión preocupante. Pero volvió, reformuló su vida y en 2002 sacó “Dímelo en la calle”. Aunque desde luego posiblemente sea el disco más flojo y desacertado de su carrera, con temas como “69 punto G”.

Poco a poco volvimos a recuperar al Sabina original, algo menos “revolucionado” en el nuevo milenio, con su voz ya definitivamente transformada, pero con el verbo y la pluma afilados como antes, como en “Tiramisú de limón”, del disco Vinagre y Rosas de 2009, junto al grupo Pereza.

Aunque uno de sus últimos éxitos ha sido compartido con otro de los grandes, de los pocos a su altura en nuestro país, Joan Manuel Serrat. Primero con una gira inolvidable, “Dos pájaros de un tiro”, y como les gustó, con el disco “La orquesta del Titanic”.

Y por qué no, despidámonos con uno de los éxitos de Sabina que más ha sonado, para bien de muchos, en los últimos años. Sí, el nuevo himno del Atleti. Porque “Motivos de un sentimiento” no está en sus discos, pero sí en el corazón de muchos madrileños.

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