Hace un par de años, la empresa multinacional BP decidió cerrar sus tres plantas de fabricación de paneles solares fotovoltaicos situadas en Tres Cantos, California y Australia. Es el efecto China. Como también está detrás de la presión al alza del precio del petróleo y otras materias primas.
Este gigante asiático supera los 1.300 millones de habitantes y lleva más de 15 años creciendo a ritmos del entorno del 9%. Para hacernos una idea de lo que esto significa, podemos retrotraernos a nuestra España de los años 60. Entre 1961 y 1975 nuestro país creció a un ritmo anual promedio del 6,4% y ello supuso una enorme transformación del país en infraestructuras, equipamientos e industria y la creación de una gran clase media, que entre otras cosas hizo posible una transición política pacífica.
Es este fuerte crecimiento el que mantiene la delicada estabilidad social de China porque da oportunidades de empleo a millones de personas y compensa por ahora,
-pese al nivel creciente pero manejable de protestas callejeras- los graves problemas que está padeciendo, sobre todo de tres tipos: desigualdad económica, corrupción y contaminación. Confieso que una de las imágenes que más me ha impresionado recientemente ha sido una portada de la prestigiosa revista internacional The Economist, donde se veía en primer plano a un humilde agricultor medio descalzo y mal vestido tirando el mismo de un pequeño carro con aperos de labranza mientras se asoman al fondo las siluetas de las impresionantes torres de la ciudad de Pekín, donde se concentra la ostentación y el lujo de la nueva clase rica china.
Mientras la máquina económica siga creando empleos, los problemas que nos genera de deslocalización industrial y de presión sobre los precios de la energía serían pequeños al lado de lo que le sucedería al mundo si se dispara el estallido social ante acontecimientos que debiliten la marcha de la economía de este país que acoge a casi la cuarta parte de la humanidad.
China ha despertado económicamente y su competencia genera gran preocupación en Occidente. Sin embargo, una realidad a menudo olvidada y escasamente reflejada en los medios de comunicación, la del creciente conflicto social interno provocado por las enormes desigualdades, es la que verdaderamente daría en el futuro todo el sentido a aquella célebre frase atribuida a Napoleón Bonaparte: “Cuando China despierte, el mundo temblará”.
José Folgado, alcalde de Tres Cantos
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