Stefan Schmitt no lo dudó. Dejó su trabajo estable en una empresa para montar la suya propia. Una decisión meditada pero apoyada en una afición que se ha convertido en profesión. Como buen alemán su vida siempre estuvo ligada al lado lúdico y artesanal de la cerveza. La hacía en casa para consumo personal y de amigos, hasta que dio el arriesgado paso de convertirla en su gran pasión. Algo no exento de locura, pero como él dice para emprender cualquier empresa hace falta.
Desde hace pocos años, su fábrica de cerveza artesanal se consolida en Colmenar Viejo y es un buen ejemplo de cómo trasmitir la cultura cervecera en nuestro país. Una moda que poco a poco se va arraigando, con permiso del vino.
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