Tras 42 jornadas, los mineros aragoneses procedentes de Andorra y Teruel ya han hecho callo. Los primeros días se quejaban de los pies, pero su buena forma física ha superado el roce de las botas y hasta los ronquidos de los demás, como afirma Manuel Royo.
Aseguran que cualquier día de trabajo en la mina es más duro que una marcha de 35 kilómetros y que su resistencia les hace superar cualquier prueba física. Sin embargo, para las emotivas muestras de apoyo de la ciudadanía no están preparados y les superan las lágrimas cada día.
Cansados, aún guardan fuerzas para conquistar Madrid en dos días. Ahora, tras comer en el Polideportivo Dehesa Boyal de San Sebastián de los Reyes, toca descansar en el Pabellón de los Sueños de Alcobendas y, quizás, soñar con cumplir los suyos que pasan por recuperar las comarcas que viven del carbón.
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