Nació en 1917 en el estado de Virginia y creció en Nueva York marcada por una infancia pobre, trágica y triste. Su madre era lavandera y su padre conductor de tren, que las abandonó siendo ella muy pequeña. Al cumplir los 15 años su madre murió en un accidente de tráfico y tuvo que trasladarse a vivir con su tía, quien al poco tiempo falleció. Fueron tiempos de ausencias al colegio e incluso problemas con la policía. Después ingresó en una especio de hospicio-reformatorio del que se escapó a los 17 para entrar en la orquesta de Chick Webb.
Un año antes debutó como cantante en el teatro Apollo del Harlem y ganó un concurso de canto. Parte de su suerte se la debe al saxofonista Benny Carter, quien la convenció para que formara parte de la formación de Chick Webb con la que arrancó su carrera de éxitos. Por aquel entonces tenía una hermosa voz, dotada con un registro de tres octavas y una precisa vocalización, pero aún no había descubierto su increíble capacidad para la improvisación y el scat, del que fue pionera.
A la muerte de Webb, Fritzgerald emprendió su carrera en solitario. Eran los inicios de los años 40, década en la que despertó y se consolidó como artista con temas como “Lady be good” o “Flying Home”. Llegaron las giras, las grabaciones y el amor. En 1947 se casó con el bajista Ray Brown, con quien adoptó un hijo y se separó en menos de 6 años. Un año más tarde firmó con el sello Verve, gesto que le permitió grabar sus famosos libros de canciones con los grandes compositores del momento: Cole Porter, los hermanos Gershwin, Duke Ellington o Johnny Mercer. Sin olvidar la colaboración que mantenía desde hacía años con el mítico Louis Armstrong. Del que se aprendió de niña sus canciones escuchándolas por la radio, cuando le gustaba bailar y cantar en el coro del colegio.
Fueron eternos colaboradores suyos también Count Basie, Joe Pas o el pianista Oscar Peterson, con quienes grabó en la década de los 70. Y es que la música fue siempre su compañera, incluso en la vejez. A la que llegó ciega por la diabetes. Aunque lo más duro fue la amputación de sus piernas poco antes de su muerte, en 1993, en Beverly Hills.
Poseedora de 13 premios Grammy, la Medalla nacional de las Artes y la Presidencial de la Libertad de los Estados Unidos. Los cierto es que podríamos estar escuchando uno a uno sus temas y no cansarnos, ya que su repertorio abarca el swing, el blues, la bossa nova, la samba, el gospel, el calypso, canciones navideñas o el pop. Porque como decía su compañero y amigo Duke Ellington: “Ella está más allá de cualquier categoría”. Incluso podríamos añadir, salvando las distancias, que la Fritzgeral es lo que Sinatra a la música americana del siglo XX.
Ella Fritzgerald, Diva Divina, habitante de la eternidad en el ático de los mitos, nos vamos a quedar un tema que grabó junto al enorme Louis Armstong: “Dream a little dream of me”. Tres minutos para soñar juntos.
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